Blog

Sobre la “no identidad” musical en Panamá

By octubre 25, 2015 febrero 8th, 2019 No Comments

Deseo hacer referencia a un artículo publicado en el Día a Día sobre el tema de nuestra “no identidad” musical.  Aprovecho para compartir también algunas reflexiones sobre el tema.

Mi problema mayor no es con las palabras del reguesero en cuestión. Acusan un desconocimiento y un reduccionismo no sólo de la música panameña, sino de la música latinoamericana a la que hace referencia.

Reducir la identidad musical dominicana a la bachata, la puertorriqueña a la salsa y la colombiana al vallenato es como querer hacer caber el agua del mar en una vasija.  Merengues, salves o mangulinas dominicanas; bombas, plenas, música jíbara puertorriqueña; currulaos, bambucos, porros y cumbias colombianas, sólo por hacer breve mención de géneros tradicionales y  cercanos al folklore, sustento y raíz para el desarrollo de sonoridades y géneros urbanos que son, sin duda, espacios identitarios de nuestros países.

Quizá, no deberíamos hablar de nuestra identidad musical, sino de nuestras identidades musicales, pero en fin…

Lo que me deja mayormente sorprendida es el reduccionismo de las respuestas. Pretender por parte de un artista que la identidad de nuestra música se reduce al género que él representa sin siquiera una breve alusión a la riqueza y diversidad cultural de nuestro país, me deja desconcertada.

Sólo por mencionar los nombres usuales, los primeros que vienen a nuestra memoria en estos casos, ¿dónde quedan nuestros tamboritos, esas tonadas de tambor que encierran la profunda picardía femenina expresada en nuestras coplas; el canto de la décima en los torrentes de mejorana; el grito y la saloma, expresiones inequívocas de una identidad agreste y profundamente raizal…? ¿Dónde, nuestras tamboreras, nuestras murgas carnestolendas? ¿Dónde quedan nuestros ritmos y tambores congos, sostén de toda una cultura ancestral y rebelde? ¿Dónde quedan nuestras cumbias chorreranas o santeñas, nuestros bundes y bullerengues darienitas? ¿Qué pasa con el trabajo de fusión y difusión que vienen haciendo a partir de elementos tradicionales y músicas contemporáneas las comunidades Guna?

Y hablando de la música típica o música de acordeón, yo me pregunto: ¿se reduce la identidad a un nombre o pasa también por el profundo arraigo popular que esta música tiene en el panameño? ¿Quién se pregunta cómo se llama el género cuando suena “Anhelos” del escorpión de Paritilla?  Y ¿qué pasa con nuestra música de violín, con  nuestras danzas, puntos, pasillos y cumbias, esas cumbias cerradas y abiertas que dan origen justamente a la música de acordeón que hoy llamamos “típico” y/o “pindín”, y que, sin duda tiene características musicales y una sonoridad propia?

¿Qué pasó con el calipso y el posterior reggae, herencia inequívoca de las comunidades afroantillanas y por qué no considerar los géneros urbanos y preguntarse, al menos, so pena de recibir críticas, qué lugar tienen expresiones como la salsa o reggaeton en el corazón del panameño como elemento identitario y cuál ha sido su evolución en el país?

El tema de las identidades musicales de Panamá da para mucha discusión y debate.  Pero más que la discusión y debate, mi intención con esta mención desordenada de nombres y géneros es hacer un llamado a nuestros músicos y artistas.  Conocer nuestra música desde su raíz, interpretarla con pasión y respeto donde nos sea posible, llenar de música esta tierra y  hacer escuchar nuestras canciones no son acciones menores y sin importancia.  Es tomar una postura, es definirse por algo.  Es querer a este país.  Es hacer lo que canta Rubén Blades cuando dice: “Ésta es tu raíz, defiende al país”.  Por supuesto que es más fácil gozar y no complicarse.  ¿Será también esa respuesta un reflejo identitario?

En todo caso, mi llamado sigue vigente: es un llamado a los artistas, a los comunicadores, a los panameños que sentimos orgullo por esta tierra,  a nuestros músicos, nuestros educadores y maestros de música, a los que nos hemos dedicado a trabajar por la cultura.

Es un llamado a no cansarnos, porque esta tierra nuestra es dura pero generosa.  Eso también es parte de nuestra identidad, supongo.

Es un llamado a descubrir, defender, difundir y cuidar esta identidad o estas identidades, que sí tenemos, aunque algunos no se hayan enterado.

“Una tierra no es lo mismo sin sus canciones”.